Un lugar y un espacio para descubrir las pequeñas cosas perdidas en el tiempo. Los olvidos, los recuerdos y las imágenes que guardamos celosamente en la retina. Lo que fue privado y se escapó por las ventanas. El nunca y el jamás de los cuentos, de los cuentos chinos...de nuestros cuentos.
lunes, 21 de diciembre de 2009
Una vez más
Ensordece este ruido de campanas que ahoga el mar de los abrazos perdidos, de los océanos que se elevan atrapando la vida, del calor que asfixia a los pájaros y a los niños. Un centelleo de lujo ahoga el grito del planeta mientras se sientan a la mesa los insaciables comensales del mundo.
ros. navidades 2009
martes, 15 de diciembre de 2009
lunes, 7 de diciembre de 2009
viernes, 4 de diciembre de 2009
La ventana
Ni subido a una escalera conseguiría besarte, pero lo intento cada noche. Mientras tú, impasible, vestida de blanco, vas menguando y creciendo hasta que la luz del alba te hace cambiar de traje. No conseguía besarte, por eso decidí recortarte, y ahora estas atrapada para siempre en el cristal de mi ventana.
ros 2009
Ni subido a una escalera conseguiría besarte, pero lo intento cada noche. Mientras tú, impasible, vestida de blanco, vas menguando y creciendo hasta que la luz del alba te hace cambiar de traje. No conseguía besarte, por eso decidí recortarte, y ahora estas atrapada para siempre en el cristal de mi ventana.
ros 2009
miércoles, 2 de diciembre de 2009
martes, 1 de diciembre de 2009
RUTINA
Mientras recojo mi destino del frío suelo de la cocina, oigo voces que avanzan por la escalera y se enredan en el tendedero. La radio organiza un alboroto de ventanas abiertas y un tintineo de cucharillas, platos y vasos se suma al concierto cotidiano. Ellos, como siempre, me ignoran. Cuando se van busco desesperadamente el azúcar de mis deseos escondidos, pero no está: lo han echado en el colacao. Un oleaje de lágrimas atraviesa mi cuerpo amenazando con oxidar mis sueños.
Mientras recojo mi destino del frío suelo de la cocina, oigo voces que avanzan por la escalera y se enredan en el tendedero. La radio organiza un alboroto de ventanas abiertas y un tintineo de cucharillas, platos y vasos se suma al concierto cotidiano. Ellos, como siempre, me ignoran. Cuando se van busco desesperadamente el azúcar de mis deseos escondidos, pero no está: lo han echado en el colacao. Un oleaje de lágrimas atraviesa mi cuerpo amenazando con oxidar mis sueños.
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