jueves, 14 de enero de 2010



Piel interior

Si me preguntas no podría decirte cuando pasó, ni cuando decidí dejarte. Pero voy a hacer memoria: Esa noche, ¿recuerdas? yo no quería salir, hacía mucho calor y tenía un vago presentimiento de catástrofe, pero, a pesar de todo, te acompañé. Sobre el ruido de copas y música sobresalía tu voz, mascando sonidos y echando furias que rebotaban en las rojas paredes del club. La gente se apretujaba en la barra, frotando sus cuerpos anónimos con movimientos pendulares Y allí estabas tú, en el centro de aquella vorágine. Hacía mucho rato que me ignorabas, entretenido en desplegar tus alas de colores con las que hipnotizar a aquellas niñas de carnes prietas, subidas en tacones de vértigo. Hacías esfuerzos por destacar, tu cuerpo se enroscaba en sus piernas, mientras los ojos se te salían de las órbitas. Perpleja, contemplé como se producía una metamorfosis inesperada: te estaban saliendo escamas, las uñas y el cabello te crecían, mientras los ojos, teñidos de un azul vidrioso, giraban enloquecidos. No daba crédito a lo que veía. Eras otro, muy diferente al ser casi insignificante que le temía a las arañas y que en las noches sin luna se acurrucaba en la cama temeroso, diferente al ser meloso que había recorrido mi cuerpo tiempo atrás.
Después de aquella noche esperé un tiempo para ver si los cambios eran reversibles, pero no lo eran, tú ya pertenecías a otra especie y de tu boca ya no salían besos sino azufre. Mientras el neón de tu piel se encendía derritiendo las noches, yo me debatía entre el asombro, el miedo y la indignación ante tu escurridiza impostura. Fueron consumiéndose los días del verano y fue con las primeras lluvias cuando supe que no quería quererte, que no podía, y que, a pesar de que todo estuviera preparado para ignorarlo, yo no podía dejarme arrastrar por esos ciclos malditos que, sin duda, te habían transformado en un ser de un universo abisal. Tenía que salvarme, aunque para ello tuviera que romper en pedazos los recuerdos que me ataban a tu piel. Por eso, ayer, antes de que se avecinara un nuevo episodio de transito nocturno, sentí un impulso irrefrenable, y mientras el agua de la ducha caía sobre tu resbalosa piel, cogí mis cosas y me marché. Y esto es en resumen lo que ha pasado. Se terminó, ya no mas, no estoy dispuesta a esperar que cambies nuevamente de piel.

oleo Rosa Pastor
Ros Enero 2010

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