lunes, 16 de mayo de 2011



El violín roto
Decían que le acompañaba en el silencio de la noche hasta que se dormía, vibrante, colorido y aéreo, nunca se separó de él hasta que un día lo perdió.
Esta puede ser una historia que oí de niña, un cuento, un recuerdo, pero pudo ser de otra manera, de mil maneras, aunque a mi me guste esta.
Pero puestos a imaginar bien podría ser que no hubiera existido nunca, o que ella estuviera harta de su machacona y nocturna cadencia y en un arranque lo hubiera roto. También pudo ser que sometida al ejercicio rutinario acabara tirándolo por el balcón. Imaginemos lo que puede suponer para una niña pequeña no poder jugar porque el violín le ocupara todo el tiempo, o lo que significa ir cargada todos los días con él, y lo difícil que puede llegar a ser aguantar la soledad del solfeo cuando los sonidos que salen chirrían irritados.
Seguro que no es una vida fácil y todavía no hemos pensado en sus padres y en esa expectativa de triunfo con la que envuelven a la niña. ¡Cuidado con las manos!, le dicen cuando la ven hurgar la arena con los dedos. ¡Cuidado con las manos!, y ella se las mira no sabiendo muy bien que hacer con ellas para no estropearlas, intentando no romper el frágil cristal de sus dedos.
No debe de ser fácil crecer entre desafinos, corcheas, semi-corcheas y pentagramas obsesivos que la persiguen hasta que se duerme. Debe de ser exasperante esperar pacientemente que después de miles de repeticiones salga algo que no dañe los oídos.
Por eso puedo también imaginarme otro final: que cuando al fin lograra algo musicalmente perfecto no quisiera más y delicadamente lo abandonara en el mar. Apretando la arena entre sus manos, lo vería hundirse con el arco sobresaliendo como el periscopio de su alma de madera, sonriendo y sin derramar una lágrima. Es posible.

rosen
Juan Gris 'Violin et guitarre'

domingo, 15 de mayo de 2011



Al aire

Al aire, tíralo al aire
que se lo lleve.
Ya no lo quiero, me pesa.
Demasiado tiempo, demasiado.
Al aire, espárcelo entre la arena,
disuélvelo en la tarde.
Luego, sin dormir, olvida

martes, 3 de mayo de 2011


Insomnio

Desde la cama oigo el ruido de las olas que avanzan anegando los campos que nos separan del mar. Olas de cenefas blancas se elevan para caer arrastrando las piedras. Un tiempo de otoño en una estación equivocada, imprevisible y húmeda.
Insomne oigo el estruendo mientras en mi cabeza bullen imágenes y pensamientos desordenados. Cambio de posición, me desespero. Soy un ovillo de sábanas azules tejido a fuerza de despertares inoportunos. Estiro de las sábanas y saco una mano para pedir socorro a las horas. Miro el despertador: las tres de la madrugada. La noche es lenta, inacabable y hace frío.
Oigo sus palabras cayendo como la lluvia dejando enormes charcos de confusión. No lo entiendo, por más que me esfuerzo no comprendo ni su ortografía ni su sintaxis. Los interrogantes han desaparecido y en su lugar puntos y aparte trocean nuestra experiencia cotidiana. Un discurso monotemático, con fronteras, ocupa los lugares vacíos de la ternura. Demasiadas oraciones que borran cualquier resquicio de libertad. Palabras opacas, impenetrables que llenan los armarios de la cocina y las estanterías del salón. Palabras estrechas y frías que avanzan por el pasillo hasta nuestra cama.
Durante horas sigo inmóvil, atravesada por un viento frío que sin misericordia amenaza con helarme el corazón.
Amanece mientras le oigo roncar a mi lado. Luego vendrá la ducha y el café y esa pregunta estúpida con la que me atormenta todos los días: ¿Has dormido bien, cariño?
Ros.
fotografia ros

Seguidores

Datos personales

Archivo del blog