martes, 11 de octubre de 2011


La adormidera

¿No ves que me levanto cansada? Y era verdad,siempre fue verdad. Aunque hiciera un día esplendido no podía con su alma. Su cabeza pendía oscilante de su largo y fino cuerpo. Decaída parecía estar a punto de troncharse. Al principio pensé que estaba enferma, consultamos al médico, hicimos un peregrinaje por hospitales y médicos de la ciudad, pero nada, nadie daba con la enfermedad que le producía tan persistente síntoma. Fuimos objeto de miradas de extrañeza, corrillos e incluso airadas reprimendas por utilizar tanto los servicios de la seguridad social. Sin desanimarme estudié nuevas causas: el colchón, seria el colchón. Buscamos de tienda en tienda, colchones había por supuesto donde elegir: de muelles, viscoelásticos, de látex…, muchos, muy caros y de princesa. En cada uno la dejaba caer con su aire de desmayo hasta que cerraban la tienda mientras el vendedor, atónito, no sabía si llamar a la policía o a los loqueros. Fuimos, estoy seguro, la causa de muchos despidos, incrementado las listas del paro de forma considerable.
Un día, al llegar a casa susurró a mi oído: estoy seca, y mientras dejaba caer el agua de la ducha sobre su cuerpo se esponjó y recuperó de golpe su belleza. Desde entonces la tengo en un florero encima del piano. Y está preciosa.

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