domingo, 24 de marzo de 2013



El lado oculto
De madrugada salí a dar un paseo. Hacía días que no podía dormir, la idea de mi fracaso como fotógrafo me asaltaba de forma obsesiva, luego se extendió de forma irracional  a todo y el miedo se apoderó de mis pensamientos, llevándome a la parálisis. Como si no existieran otras posibilidades, mi mirada se focalizaba  en los aspectos negativos de las cosas. Inmerso en la angustia dudaba de todo y de todos, lo que imposibilitaba cualquier actividad o relación que me planteara. Dejé de ir a trabajar, descolgué el teléfono y me recluí en casa. No podía vivir. Sin embargo en los solitarios paseos nocturnos había encontrado un bálsamo, por unos momentos mi mente era capaz de salir del bucle que me atormentaba.
Ese día comenzaba a clarear y caía una fina lluvia  pero  la niebla  desdibujaba los contornos de aceras y edificios. Entre la nebulosa una imagen inquietante, petrificada y sin vida, me sobresaltó. La miré largo rato, tratando de descubrir su identidad. Su figura inmóvil, suspendida en una  atmósfera acuosa, me intrigaba. Desde la distancia no podía ver su rostro, ni saber si era  un hombre o una mujer.  Para descubrirlo debía acercarme pero una fuerza desconocida  me lo impidió.  Mis pies, adheridos fuertemente al suelo, se negaron a avanzar. Decidido a descubrir al misterioso personaje, saqué la cámara de fotos y moví el zoom. Agrandé la imagen pero a penas distinguí sus rasgos. Toda ella estaba envuelta en un halo semitransparente. Intrigado esperé a que hubiera más luz, entonces disparé varias veces hasta que misteriosamente desapareció de mi vista. Cuando volví a casa  y visioné las imágenes un sudor frío me recorrió: me había fotografiado a mí mismo, hierático, muerto en vida. 

martes, 5 de marzo de 2013


Huella















Ilustración de Susi Artal
Editorial El Nadir
“Huella” es un libro de relatos dividido en dos partes. La primera titulada “Nunca olvidaré mi nombre” es un largo relato que se desarrolla en la habitación de un hospital en donde yace una mujer que tras una accidente, intenta saber quién es, de dónde proviene, además de averiguar qué ha sucedido realmente con su cuerpo maltrecho. Una terrible confusión de identidades permite a la paciente indagar, no sin angustia, sobre su propio origen, tirando del hilo de la memoria. La segunda parte titulada “Habitantes” es un grupo de relatos más cortos, de gran impacto, con un ritmo a veces vertiginoso, en contraste con la morosidad inquietante de “Nunca olvidaré mi nombre” que sin embargo consigue el mismo efecto perturbador. Los personajes de estos cuentos solitarios, olvidados por todos, trazan apenas una huella insignificante de su efímero paso por el mundo desde la más descarnada cotidianidad.

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