Sin
piedad
Nunca antes se habían atrevido a cruzar el
límite trazado, sabían del riesgo: una
sublevación, una transgresión de las reglas podría acabar con la inercia con la
que cada tarde exorcizaban el aburrimiento.Desganados
y hastiados por la inútil repetición dejaron de creer en el juego.
No querían jugar más, corrieron el riesgo y
se sublevaron. Otros resistieron tirando piedras pero solo consiguieron herirse
la cabeza unos a otros en un cruce de fuego duro, blanco y sin sentido. No se
pudo hacer nada. En el mundo circular giraban frenéticos los malvados,
apretando el cinturón del vacío y ahogando las voces y los sueños.
El
castigo impuesto a la irresponsable conducta de sus mayores llegó inexorable a
sus vidas inocentes.
No hubo opciones. Ciegos y apaleados esperaron en la calle
el fin del mundo.