En negro
El mundo se había despersonalizado. Los clientes, jueces y abogados eran
incorpóreos, no se necesitaba ir a los
tribunales y las gestiones se hacían de forma virtual. Su papel como abogada se
limitaba a teclear delante del ordenador en una sala habilitada del palacio de
justicia y a trabajar con el móvil. Se había acostumbrado a no tener ningún
contacto con los clientes hasta que un día un hombre al salir de la sala le
tiró violentamente del bolso mientras gritaba desesperado: por favor, ayúdeme, soy
un ciudadano en vías de extinción, abocado a la nada, inexistente por culpa del
baremo que se ha establecido para el acceso al recurso telemático. Necesito
urgentemente hacerle una consulta. Es algo de vida o muerte. Sintió un
escalofrío, rápidamente le dio a cancelar y vio como desaparecía fundido en el
negro de la pantalla. Reinició y volvió a la normalidad.