El nombre
Todo estaba patas arriba. La ciudad se había vuelto loca.
Habitantes descoloridos y anónimos huían vestidos de incertidumbre. Coches y
edificios se desparramaban hacia el mar.
La casa, la cama y la cocina
habían sufrido el envite de la goma de borrar y el aguarrás, y húmedas se deshacían en un
horizonte apelmazado y grumoso. Todo se desdibujaba. Todo menos un rincón: allí
donde había escondido mi nombre.
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