Voz
propia
No era no. No sabía por qué
no entendían su lenguaje. Quizás se habían quedado sordos o necesitaban un
traductor que les trasladara nuevamente el sentido de las cosas. Resultaba agotador
hacerse oír y que la voz sonara libre entre la maleza. Ya le pasó con el
médico, se cansó de decirle que no quería hormonas pero él no parecía oírle. Incapaz
de cambiar su obtuso pensamiento, lo ignoró y rompió las recetas. No se
encontraba mal, solo se hacía mayor. Hasta sufrió la confabulación de sus hijas
que no dejaban de hablar sobre papadas, bolsas, párpados, dietas… Planchar aquí
y allá en una agresiva operación de restauración completa. Desde que se había
quedado viuda no paraban de decirle que se arreglara con la feliz idea de que
encontrara un nuevo marido. Y no, eso no, ya había tenido bastante. Ahora era
su tiempo, aunque tuviera que combatir con sueños toda la sarta de imbecilidades
que la rodeaban. Pasó a la acción. Llegó a un acuerdo con el espejo. Le habló
muy seriamente, no podía seguir mostrándole una imagen cansina de tercera edad.
Se tiñó el pelo de rojo, se compró pantalones y ropa de colores vivos. Luego se
matriculó en clases de Yoga y como nunca había tenido la oportunidad de
estudiar fue a la escuela del barrio. Por último, y eso fue lo mejor, allí se
unió a una banda de poetas intermitentes que asaltaba bancos y periódicos
recitando a viva voz a poetas olvidados. Sus hijas dejaron de hablarle.
En El vuelo de Neleb. 2014
l vuelo de Neleb es el resultado del III Concurso de relatos cortos Isonomia organizado por ACEN (Asociación de escritoras y escritores jóvenes) y recoge alrededor de 150 narraciones de vivencias, experiencias y ensoñaciones sobre los derechos y libertades, especialmente de las que aún no disfrutan muchas mujeres aquí en España o en cualquier lugar del mundo.
Magnífico relato.¡ Bien por la viuda! Me encanta. Felices fiestas y hasta pronto, Rosa.
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