La miga de pan
Recluida en el pozo seco, pronto se callará. No tendremos
más problemas señor, nadie la ha visto caer con la hogaza de pan en la mano,
dijo en voz baja el guardián de los panes.
Aunque la robó en un descuido no
pudo escapar a los cien mil ojos del señor de la usura.
Una vez impuesto el
orden, el amo cerró sus párpados satisfecho. Sus vigilantes, cegados por la
noche, no vieron como ella, que había estado llorando amargamente anegando el
pozo de lágrimas, conseguía subir a flote de puntillas sobre una miga de pan.
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