Identidad borrosa
Nos apenó que no le quedara ni un recuerdo para
rellenarlas, estaba tan aturdido que no pudo poner su nombre en las hojas de reclamación. Vinieron
por él unos hombres de negro, insobornables que, sin mediar palabra, lo llevaron
al lugar. Al fondo una mujer de blanco inmaculado esperaba junto al altar. Al
verla su rostro se contrajo y las lágrimas brotaron sin control. No quería
pasar por esto, nunca podría hacerlo. Lo supimos entonces y nos sentimos
culpables por no haber reaccionado antes. Corrió hacia la salida. De pronto oí
el timbre insistente del despertador. Estaba a salvo.
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