Recordatorio
El mundo se estaba tornando gris, la atmósfera
irrespirable y la tristeza corría sin control por las calles. La noche
negra apagaba nuestros sueños. De improviso, un grito rasgó el cielo y empezaron a llover deseos. Fue tan fuerte
la tormenta que tuvimos que guarecernos bajo los puentes. Allí decidimos que
atrapar los deseos húmedos quizá fuera nuestra última oportunidad de
sobrevivir. Otros sin embargo, avaros y
desconfiados, escondidos en las torres de cristal se cerraron con siete
llaves.
Salimos a desmontar el cúmulo de
palabras retorcidas que se habían amontonado en los portales y a plantar
cuentos en los jardines. Armados de lápices dibujamos el mapa de los buenos deseos, colocamos molinillos de colores
en cada esquina, escribimos palabras azules en las paredes y reunimos el canto
de los pájaros en nuestras manos.
Cuando amaneció el aire era limpio, el agua se había llevado la maldad, la corrupción y
la contaminación. Se oían las risas de los niños jugando en los jardines, gente
conversando animadamente y el viento meciendo las hojas.
A los que dudaban de los sueños no les quedó más remedio que
abrir las ventanas.
Fotografía Kültür Tava
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