domingo, 21 de abril de 2013


La camisa
 
Tal vez si hubiera preguntado dónde se encontraba no hubiera ido a parar  a aquella casa, ni se hubiera quedado tanto tiempo, pero con las prisas y el mareo no pensó. Ni siquiera, cuando 
salieron a recibirle unos hombres vestidos de blanco inmaculado y le acompañaron por un largo pasillo, se le ocurrió imaginar que  tanta amabilidad tendría consecuencias fatales. Al entrar en  la habitación le pusieron la camisa: las mangas no tenían agujero por donde sacar las manos, e interminables daban vueltas alrededor de su cuerpo. Ahora todos los días le sirven pastillas de colores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Datos personales

Archivo del blog