Una palabra
Como cada día se levantó esperando que la llamaran. Aunque
el viento frío, arrasándolo todo, impedía oír la música de sus vocales y
consonantes, ella insistía dibujando sus letras en el firmamento. Ante lo vano
de sus esfuerzos por entrar en el mundo decidió cambiar de estrategia y una
noche se refugió en el sueño de un niño. Desde entonces renace en el arrullo
cálido de los cuentos.
Fotografía Ana Jimenez
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