jueves, 27 de junio de 2019



Identidad borrosa

Nos apenó que no le quedara ni un recuerdo para rellenarlas,   estaba tan aturdido que no pudo poner  su nombre en las hojas de reclamación. Vinieron por él unos hombres de negro, insobornables que, sin mediar palabra, lo llevaron al lugar. Al fondo una mujer de blanco inmaculado esperaba junto al altar. Al verla su rostro se contrajo y las lágrimas brotaron sin control. No quería pasar por esto, nunca podría hacerlo. Lo supimos entonces y nos sentimos culpables por no haber reaccionado antes. Corrió hacia la salida. De pronto oí el timbre insistente del despertador. Estaba a salvo.        

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