jueves, 5 de septiembre de 2019


Recordatorio

 El mundo se estaba tornando gris, la atmósfera irrespirable y  la tristeza  corría sin control por las calles. La noche negra apagaba nuestros sueños. De improviso, un grito rasgó el cielo  y empezaron a llover deseos. Fue tan fuerte la tormenta que tuvimos que guarecernos bajo los puentes. Allí decidimos que atrapar los deseos húmedos quizá fuera nuestra última oportunidad de sobrevivir. Otros sin embargo, avaros y  desconfiados, escondidos en las torres de cristal se cerraron con siete llaves.
Salimos a desmontar el cúmulo de palabras retorcidas que se habían amontonado en los portales y a plantar cuentos en los jardines. Armados de lápices dibujamos el mapa de los  buenos deseos, colocamos molinillos de colores en cada esquina, escribimos palabras azules en las paredes y reunimos el canto de los pájaros en nuestras manos.
Cuando amaneció  el  aire era limpio, el agua  se había llevado la maldad, la corrupción y la contaminación. Se oían las risas de los niños jugando en los jardines, gente conversando animadamente y el viento meciendo las hojas.
A los que dudaban de los sueños no les quedó más remedio que abrir las ventanas.


Fotografía Kültür Tava

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