Siempre como nuevos, pero clásicos e intemporales, sobreviven sin inmutarse a pesar de los cataclismos. Si en algún momento quedan al descubierto, soportan la intemperie sin sufrir estragos más allá de las molestias propias de la humedad, recuperándose muy pronto al calor de las islas paradisíacas. Son hábiles, se reinventan. Saben guarecerse en tiempos desapacibles y sortear las crisis con piruetas transoceánicas y cirugías contables. Invisibles pero permanentes, se mimetizan y escapan entre las redes tejidas por el comercio de voluntades. Ellos, los desalmados, siempre insisten.
Rosa Junio 2020
El Jardin de las delicias. El Bosco
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