martes, 6 de septiembre de 2011


Verano

Deshilachada y perezosa se arrastraba por un mar de confusiones. El calor del día había terminado por secar sus convicciones más íntimas. Condenada por el viento de poniente a cerrar puertas y ventanas, pasó las horas acompañada por el canto repetitivo de las chicharras. Hasta que la puesta de sol hizo estallar el color y el aire fresco se extendió saludando la noche, no se sintió segura. Entonces salió a la calle. La luna abrió su blanca sonrisa y se enseñoreó del mundo.

fotografía rosen

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