miércoles, 24 de octubre de 2012

El escondite
Todo estaba patas arriba. La ciudad se había vuelto loca. Habitantes descoloridos y anónimos huían vestidos de incertidumbre. Coches y edificios se desparramaban hacia el mar. La casa, la cama y la cocina habían sufrido el envite de la goma de borrar y del aguarrás, y húmedas se deshacían en un horizonte apelmazado y grumoso. Todo se desdibujaba. Todo menos un rincón: allí donde había escondido mi nombre.

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